- Nuestro concejal Fernando Álvarez: «Nunca pensamos, ni siquiera vivimos en nuestra peor pesadilla de terror, que nos veríamos envueltos en un hecho como el que estamos viviendo en estos momentos».
Nunca pensamos, ni siquiera vivimos en nuestra peor pesadilla de terror, que nos veríamos envueltos en un hecho como el que estamos viviendo en estos momentos.
Hoy no quiero hablaros como concejal del grupo municipal CIUDADANOS GETAFE, sino como un español más que a pesar del estado de alerta que estamos viviendo, sale cada día a su trabajo a dar el 200%, a cuidar de toda la gente que lo necesita. SÍ, yo también soy SANITARIO.
Es muy duro ver entrar a la gente por la puerta de Urgencias del hospital donde trabajo y pensar en qué lugar podremos ubicarlo. Es duro no poder dar a cada paciente el tiempo, el trato y la privacidad que se merecería en cualquier otro momento, al igual que el poder estar acompañado, pero no podemos, estamos desbordados, nos faltan manos, nos falta espacio, nos falta el aire…
Cuando vuelvo a mi casa de esta peculiar “guerra” que sufrimos el personal sanitario en primera línea de fuego sin fusil, recorren por mí pensamientos de todo lo vivido en la jornada maratoniana tan intensa que acabo de dejar atrás.
Se me caen las lágrimas cuando recuerdo a los familiares de ese paciente que entró por la puerta de la urgencia porque tenía muchas tos, fiebre y fuerte dolor de cabeza que no han podido estar junto a su ser querido en los últimos momentos y desgraciadamente ni van a poder abrazarlo o besarlo el resto de sus vidas; porque si es duro para alguien decirle el último adiós a un ser querido, más duro es no poder velarlo, no poder darle ese último beso de despedida después de toda una vida juntos, al igual que tenerlo que incinerar a pesar de tus creencias y no poder llorar en los hombros de tus seres queridos por precaución. Es muy duro.
No puedo tampoco entender a esos desalmados e intolerantes que se saltan las normas y siguen haciendo su día a día normal, o incluso se permiten el lujo de irse de fin de semana, sin pensar en nadie, sin pensar en las miles de personas que pueden llegar a contagiar sin saberlo… no tengo palabras para ellos más allá del reproche.
Lo único bueno de toda esta pesadilla que vivo a diario es el momento cuando llego a casa y, después de desinfectarme nuevamente, vuelvo a ser ese marido, ese padre que se come a su mujer e hijos a besos y abrazos, esa mujer e hijos que aún siendo mis paños de lágrimas y mis colchones de descarga de estrés y ansiedad, reciben a su héroe particular y me recuerdan que debo seguir en el frente.
No quiero acabar sin antes decir que cuando todo esto acabe sacaremos una cosa buena, y es saber que los besos y los abrazos no son sólo insustituibles, sino que, además, son necesarios.
Y acabaré diciendo, simplemente, QUÉDATE EN CASA.